lunes, 12 de noviembre de 2018

Quédate...

Esa mañana me sentía diferente, caminaba por esas calles las cuales sabía de memoria, como un alma perdida. El cielo totalmente gris no ayudaba, al igual que las pequeñas gotas que comenzaban a caer. 
El frío aire movía mi vestido, como a las incontrolables hojas que danzaban a mi alrededor, hojas muertas y secas, igual que mi alma y mis cicatrices. 

El viento me dejó en ese lugar tan conocido cerca del mediodía, y mis labios se curvaron. En ese lugar me sentía tranquila, el cielo se empezaba a despejar. Este, curando mis heridas y despejando toda oscuridad de mi. Me encontraba en el primer paso, viendo como luchaba.
Mire al agua correr, al igual que los minutos, que pasaban precipitadamente reparando cada parte de mi corazón roto. 

A la tarde los últimos rayos del sol naufragaban sobre mi piel descubierta, generando pequeñas cosquillas y manteniéndola caliente. Sentía como luchaba por mi, para mantenerme completa y cerca. Al sentirme completa por fin, comencé a caminar nuevamente, acercándome a ese muelle tan conocido y recordado. Con una sonrisa resplandeciente en mis labios, me sentía realmente feliz. Que en ese muelle podía dominar al mundo y ser valiente. 

Mire al suelo al sentirme avergonzada por mis incontrolables pensamientos y emociones. 

Entonces la noche llego y con ella una sombra conocida se paró al lado mío, con una sonrisa recordé esa olvidada pregunta... ¿ella te hace feliz?

En este momento me siento la persona más feliz de este mundo y de todos los que puedan existir en esta desconocida galaxia... 
y me siento completa, libre... con ganas de ser valiente...
y mi corazón solo puede latir rápido, mientras mis labios solo sonríen...  

- Si, me haces feliz entonces tan solo quédate...-.


Dije en un susurro que floto por el aire dirigiéndose hacia el cielo, donde pasaba una estrella fugaz, mientras que unas manos se unían... formando un deseo de quedarse... hoy... mañana... y pasado también.


Día 27.

jueves, 8 de noviembre de 2018

Humo.

Esa noche ella me acompañaba, metida en mi alma, haciendo que me perdiera un poco más en esa oscura noche. Era la soledad, la que me mantenía alerta, distante y acompañada, esa extraña noche. Parecía que el tiempo no pasara y solo el humo que salía por mi boca avanzaba hacia el exterior. 
Volví a poner mis suaves labios sobre esa superficie, se sentían cómodos y tranquilos. Inhale, dejando que toda eso que no podía entender entrara en mi. Debajo, las burbujas comenzaron a sonar, haciendo que mi cerebro se despertara y perdiera. Entre medio del recuerdo, volví a sentir unos labios inciertos sobre mi boca, y a cada burbuja, un nervio erizándose por unas manos curiosas, mi espalda se erizo y mis ojos cerrados hicieron que me terminara de perder, en un náufrago recuerdo. 
Me aleje aun con los ojos cerrados, sintiendo todos mis nervios alerta. Al abrir un poco los labios el humo comenzó a salir, haciendo una danza con el aire, mezclándose y flotando. Así se fue la extraña sensación con mi cuerpo flotando lejos de mi. 
La siguiente vez que inhale, los labios y la manos se sintieron más cerca, al punto de dejar mis sentidos nublados, entre lo real y el recuerdo. Aunque la soledad latente en mi, hacía que volviera en mi y recordara que en esa noche ella era mi acompañante. 
La siguiente vez que coloque mi boca, mi corazón dudo, con ese extraño paro que sientes cuando sabes que algo te va a lastimar. Cerré mis ojos y volví a inhalar, llenando mis pulmones, de ese humo que me acompañaba y se volvía parte de mi. Sentí consuelo en todo ese humo que me llenaba cada rincón vacío de mi alma. Hasta que la tos me hizo volver en mi, el dolor en el pecho y garganta, solo recordaban que solo estaba devuelta vacía. 
Recosté mi espalda en la silla y miré el cielo, pensando como estaba flotando, alejándome un poco más. Observé mi mano y volví a colocar el objeto sobre mi boca, pero esta vez no se sintieron acompañados, se sentía la soledad. Inhale por última vez, y al exhalar por fin, mi otra mano se mezclo con el humo. Tratando atraparlo y que no se fuera, que se quedara pero el humo danzó lejos de mi y mi mano incierta se quedó flotando enfrente de mi cara. 

Cerré los ojos y me dejé flotar, lejos con la soledad, llevándome con el humo danzante que se alejaba a cada segundo más... siguiendo a esa adicta danza de ilusión. 




Noche 36.