jueves, 24 de mayo de 2018

Otro día de otoño

Hoy me levanto como cada día, tratando que el frío no sea mi motivo para no salir afuera. Mientras me visto me veo en el espejo y observo como mi cuerpo no está igual que antes. Mi peso es diferente, tengo cicatrices en lugares que no había... sonrío melancólicamente recordando que no solo cambio mi corte de pelo sino mi interior. Termino de vestirme y me doy una ultima mirada, deteniéndome en mis ojos, animándome a verlos y ya no están como antes, tienen esa mezcla de felicidad o tranquilidad... iluminándolos. 

Salgo a la calle y el frío aire entra en mi llenando mis pulmones, y recuerdo como extraño el calor, el usar menos ropa, el sol calentando y acariciando cada centímetro de mi piel. Subo al ómnibus, al primero que pasa y como siempre es todo igual. Hay gente desconocida con miradas perdidas en sus cosas, porque realmente no sabes lo que ellos están pensando. Si solo son trabajadores, o estudiantes que llegan tarde o solo se escaparon, o personas enamoradas yendo a encontrarse con sus amantes o que vuelven de haber pasado una noche increíble. Sonrió imaginando cuál podría ser la historia de la persona junto a mi, pero no la miro porque la vergüenza es más grande. Miro al frente esperando mi turno para bajar de este carruaje de almas con miradas perdidas.

Me bajo y hago el camino que ya estoy acostumbrada a hacer todas las semanas y a la misma hora. Entro y digo un tímido buen día, avisando que ya llegue otro día más. Me siento en la primera silla que veo libre, esperando mi turno y por un segundo pienso en todo lo que tendría que decir hoy pero ahí está, mi enemigo, el no poder hablar. 
Escucho como la puerta se abre y eso me saca de mis pensamientos, levanto la mirada y ahí está, sonriéndome y informándome que ya puedo pasar. Como siempre me siento enfrente, respiro hondo y coloco mis manos sobre mis piernas, miro al piso y me pierdo un poco. 

- ¿Como estas hoy? - la oigo preguntar sacándome devuelta de mis pensamientos que siempre me atrapan.

- Estoy bien - digo con una sonrisa y cuando termino de decirlo un nudo aparece en mi garganta recordando como por momentos solo estoy mal y la angustia me llena - la verdad... por momentos no se como estoy, siento que no tengo fuerzas, que quiero renunciar o solo lastimarme pero luego recuerdo que estoy mejor, que disfruto mas de las sonrisas que me sacan o de los momentos que paso, que me acepto más, que estoy solucionando las cosas... de a poco - sonrió al final y levantó la mirada. 

- La angustia es normal, es un proceso - me dice con su tono de voz que me da confianza, tratando que siga hablando. 

- Se que se tiene que sentir la angustia para mejorar y siento que puedo observar como de a poco vienen las cosas buenas, por eso me mantiene motivada - miro hacia la ventana y me pierdo en mis pensamientos, como una hoja cae, una hoja muerta que en su lugar en determinado tiempo va a crecer otra... como ahora está pasando conmigo, no estás tan mal me recuerdo, porque esto realmente está saliendo adelante.

Luego de hablar sobre estrés, facultad, familia, amor, amistad, nervios, salud... y todas las cosas, me levanto. Con un saludo de despedida de que nos vemos la semana que viene para seguir hablando.
Cuando salgo del lugar puedo respirar realmente y siento como mi interior esta tranquilo, me paro y cierro los ojos, disfrutando de esa paz. 
Abro los ojos y con una sonrisa, pasó mi mano por mi pelo despeinando lo un poco más. Realmente creo que esto está  saliendo bien pienso caminando sin rumbo en esa tarde de otoño. 




Día 12.

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